10. DIA TERCERO. LABEROUAT - LA PIERRE SANT MARTIN. PRIMERA PARTE

En Laberouat la noche se pasó con algo de dolor de piernas pero descansando profundamente. Kiko se despertó cuando estaba amaneciendo. No se acordaba pero se encontró el techo a un palmo de su nariz. Con media sonrisa y con bastante dificultad salió del saco de dormir de tela para poder bajar.

Tras el tercer o cuarto intento, Kiko se dio cuenta que no podía hacer la maniobra de bajar de la litera. Era de hierro y tenía una barandilla que dejaba solo un hueco de medio metro por el que, en teoría, se podría descender. Con muchísimos apuros, Kiko se dio la vuelta en la cama poniendo la cabeza donde estaban los pies. En esta posición trató de bajar poniendo primero sus pies en el hueco de bajar para dejarse caer. Tampoco pudo. No era capaz de "doblarse" para sacar los pies por el agujero. Ahora tenía un problema de respiración. En el lado de la cama donde tenía la cabeza no había más de treinta y pico centímetros entre el techo y el colchón. Le faltaba el aire. Se estaba ahogando. Tal y como estaba no podía seguir. Entonces volvió a darse la vuelta, los pies donde la cabeza y viceversa. Este cambió lo hizo con mucha dificultad y le llevó más de un minuto. Kiko se estaba poniendo muy nervioso y ya no razonaba en condiciones.

De repente le vino un pensamiento. Se dio cuenta que no podría salir de allí nunca más. Se iba a morir allí. Estaba sufriendo un ataque de ansiedad y no se daba cuenta. Tenía el cerebro medio dormido y no era capaz de pensar. Por fin, tuvo la feliz idea de avisar a Gilbert para que le ayudara. Con la voz muy bajita para no despertar a Bruno y Maite que estaban durmiendo en la litera de al lado, pudo avisar a Gilbert que se levantó y le ayudó a bajar. Gilbert no entendía nada y se volvió a acostar. Sentado a los pies de la cama de Gilbert, Kiko se fue tranquilizando poco a poco. Evidentemente, no volvió a subir a la litera lo que quedaba de noche, que ya era muy poco.

Este día tocaba ir desde el refugio de Laberouat al refugio de Jaendel, en la estación de esquí de La Pierre Saint-Martin. La ruta discurría íntegramente por Francia. Como el día anterior, Kiko y Gilbert eligieron hacer la variante B, la fácil. Andaban algo cansados física y anímicamente y no se iban a meter en más líos que los mínimos imprescindibles. Sobre el papel la ruta era más sencilla que la de ayer. La variante A se estimaba en 7 horas con un desnivel de 1.100 metros. La B, la más asequible, era de dos horas menos y solo 600 metros de desnivel. Para nuestros senderistas, estas referencias eran solo una aproximación. Ellos añadían un par de horitas a la previsión y así acertaban más.

Los Madrileños, valientes ellos, harían la variante A y los de Bilbao, la B. La variante B de la ruta, la de los nuestros, discurre íntegramente por el GR-10, la gran ruta que recorre todos los Pirineos por la parte francesa. Es un camino de más de 800 kilómetros que va paralelo a los también 800 y pico kilómetros del GR-11, la gran ruta que recorre los Pirineos por la vertiente española.

Las rutas GR van siempre marcadas con dos rayas de pintura horizontales y paralelas, una roja y una blanca. Nadie dice que los caminos por los que discurre un GR son fáciles o claros. Solo que cuando ves las rayas roja y blanca, sabes que no te has perdido. En el caso de nuestros senderistas, seguir un GR fue más cómodo porque no tenían que estar tan pendientes del gps para comprobar la ruta. Simplemente viendo las rayas del GR, cuando las había, ya sabían que iban bien.

Los nuestros salieron con niebla. Desde la llegada al refugio hasta la salida no había levantado la niebla en ningún momento. Kiko y Gilbert no pudieron ver las vistas de Laberouat más allá de 50 o 60 metros. Se perdieron la visión del grand y petit Billare, de alrededor de 2.300 metros, que estaban allí al lado.

La ruta comenzaba con una bonita senda que se adentraba por un bosque muy húmedo. La tierra estaba muy mojada y algo embarrada, pero nada en comparación con el superbarro del día anterior. Esto era bonito, bucólico y fácil. Del refugio salieron los 6 en grupo compacto, los de Bilbao, los de Madrid y los nuestros. Pronto los de Madird se desviaron para hacer la variante A, y los de Bilbao se adelantaron porque iban más ligeritos. Kiko y Gilbert eran cincuentones cerveceros y Maite y Bruno eran veinteañeros deportistas. No había discusión en cuanto a la diferencia entre las  capacidades físicas de unos y otros. Nuestros senderistas se quedaron los últimos, como siempre.

El camino iba ascendiendo poco a poco hasta que este se quedó sin bosque. La niebla se quedó en el bosque y por fin Kiko y Gilbert vieron el sol. El paisaje se transformó en un gran prado sembrado de grandes piedras que la senda iba sorteando. La pendiente iba aumentado y ya de frente se veía la grandísima pared de montañas. A la derecha estaba el pic d'Anie, de 2.500 metros con sus neveros defendiéndolo.

La senda pasó al lado de una cabaña en la zona de Cap de Baich. Allí una chica muy guapa estaba lavando telas y cacharros que se utilizan para hacer quesos. Con ella estaba su hija, un par de grandes perros, un burro, dos cerdos negros y varias gallinas. Ver esto a 2.000 metros fue muy curioso e inesperado.

Desde la cabaña, una corta pero exigente subida llevó a nuestros caminantes al pas d'Azun, un paso de montaña que abre una vía del valle hacia el norte.

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