3. COMPRAS Y PRÉSTAMOS

En su papel organizador, Gilbert confeccionó una lista de cosas que había que llevar a la ruta. Esta lista era fundamental para la buena marcha de la aventura. Si había demasiadas cosas implicaba un mayor peso y si faltaba algo significaba problemas en medio de la nada. No había tiendas a lo largo del camino con lo que para la excursión nuestros caminantes tendrían que ir en modo full-caracol, con todo a cuestas y sin dejarse nada.

Aunque la excursión estaba prevista para pleno verano, había previsión de pisar algo de nieve. Esto significaba que a 2.000 y pico metros de altura era posible que hiciera algo más que fresco o mucho calor. Había que estar preparado para cualquier o casi cualquier eventualidad.
La lista que propuso Gilbert fue la siguiente: Mochila de 35 litros, gorra, pantalones de montaña, mallas, pantalón corto, calzoncillos, calcetines, calcetines de descanso, camisetas calientes, 4 camisetas  de caminar, forro o primaloft caliente, chubasquero o capa, chaqueta exterior, guantes finos, manta térmica, saco de dormir de tela, linterna, sandalias, botas de montaña, bastones, gafas de sol, crema y protector labial, cantimplora para, como mínimo, dos litros, botiquín de primeros auxilios, glucosa por si acaso, cápsulas de sales, picoteo de montaña, y todo esto sin que la mochila exceda de 7 kilos sin agua (9 kg. con agua). La previsión era con el riesgo que si se rompía algo, por ejemplo el pantalón, el resto de la ruta se haría con pantalón roto. También se tenía la previsión que, cuando se acercara el día de la salida, podría variar la lista en función de la meteorología u otras causas.

Esta forma de cerrar en falso el tema del material dejaba a nuestros senderistas con un poco de desasosiego. Era ir empujando las decisiones hacia el último día y eso no gustaba. Cada vez que Kiko y Gilbert quedaban a tomar cervezas, siempre salía la lista de decisiones pendientes y siempre se despedían con la misma lista. Incluso a veces añadían algún tema por decidir o que no estaba todavía claro. Entre esto y los propios nervios de enfrentarse a un viajecito, aunque fuera más huevón que menos, hacían que en las cabecitas de nuestros dos excursionistas siempre había un espacio ocupado por golondrinas, pero de las de botas y bastones.

Para llevar el material adecuado hubo que comprar algunas cosas y pedir prestadas otras. Kiko pidió una mochila más grande a Guillermo, que la suya era enana. Gilbert compró unas botas a Toni que a este no le acababan de venir bien y a él le hacían falta unas nuevas. También pidió una mochila a Alberto, que era más adecuada que la suya. Calcetines y varios se compraron en la tienda de deportes. Con la nieve se arriesgaron y no previeron llevar cosas ya que las previsiones eran buenas.

Había muchas dudas en cuanto a qué llevarse y a qué no. Kiko dudaba si llevarse la mochila grande o la suya, mucho más pequeña. También dudaba si llevarse zapatillas o botas (estas últimas estaban bastante mal) o si llevarse muchas o pocas prendas de abrigo o de lluvia. Ya se sabe que el Pirineo, como todas las grandes cordilleras, es bastante traidor y el tiempo te cambia con rapidez, pero también hay que tener en cuenta que nuestros dos caminantes no estaban para transportar grandes pesos y que tenían que valorar cuanto riesgo había que correr para no sufrir más de la cuenta en las travesías.

El último día sería el decisivo para decidir.

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