2. LA LOGÍSTICA

Una vez se tuvo claro que el objetivo era la ruta de las Golondrinas la maquinaria se puso en marcha. Lo primero era saber qué era eso de la ruta de las Golondrinas, que sonaba, cuanto menos, muy original.

A principios del siglo XX,  cientos de mujeres de los valles de Salazar, Roncal y Ansó cruzaban en otoño el Pirineo en busca de trabajo en la industria de la alpargata en Mauleón, Francia. Eran años complicados para la parte española de los Pirineos y había que buscar trabajo y comida allá donde estaba. Antes que las nieves cerraran los pasos por las cumbres, las mujeres se ponían en marcha hacia Francia a la búsqueda de trabajo. Este movimiento humano se convirtió en tradición y ya era cosa hecha el que en invierno, donde el trabajo del campo se reducía muchísimo con el frio y la nieve, la caravana de mujeres emigraba a la búsqueda de dinero para subsistir. 

A estas mujeres que de otoño a primavera pasaban a Francia a trabajar se les conocía familiarmente como "las golondrinas", porque, iban y venían a la vez que estos pájaros en búsqueda de alimento. El camino de estas mujeres era de varios días y su despedida y bienvenida se consideraba como una fiesta para sus familias y vecinos.

Alrededor este concepto "romántico" de los caminos que se utilizaban antiguamente para que las personas se trasladaran por necesidad, un grupo de aventureros decidieron montar una empresa que actualizara esta misma idea a nuestros días. Y que mejor actualización que la recuperación de las antiguas sendas adaptándose en lo posible a las comodidades del siglo XXI.

Así surgió la "Ruta de las Golondrinas", forfait en 4 etapas con sitio para dormir, pudiendo elegir entre rutas fáciles y menos fáciles sin que sea necesario ser un gran senderista para poder atacarlas. Solo haría falta tener ganas.

Una vez consensuado y decidido el recorrido, Gilbert desplegó sus artes de organizador. Empezó a llamar a la empresa que lleva este tema, a dar la paliza, a preguntar todo lo preguntable, a enterarse de todos los pormenores de la ruta, a valorar todos los riesgos, a preguntar por todas las posibilidades, a que le dijeran las previsiones de que hubiera nieve en los caminos, a saber si la probabilidad de tormentas era alta. En definitiva, a hacerse la peor pesadilla de cualquiera de la organización que se pusiera a tiro levantando el teléfono. 

De esta manera, nuestro senderista conoció a varias personas de la organización que empezaron a cogerle miedo por lo “pesado” que se ponía preguntando. Se empapó de la ruta y de conceptos que después podrían serle útiles. Las palabras estrella que comenzaron a tomar forma en el grupo fueron “Petrechama” (que al final resultó se Petrechema), “kárstico” y “Bonjour”. Gilbert era el encargado de hacer las reservas, consiguió los tracks y pidió los mapas.

La logística de la ruta consistía en la reserva para dormir en un hostalito y 3 refugios de montaña y el que alguien supiera que el grupo estaría por allí caminando. También se tenían que conseguir los tracks y los mapas, imprescindibles en este tipo de rutas en las que vas más solo que la una y tienes que tener herramientas para tomar decisiones rápidas y seguras. También había que ampliar el seguro de accidentes de montaña que tenían Kiko y Gilbert. Ellos, por el hecho de estar en la Federación de Deportes de Montaña, su seguro solo cubría la parte española y necesitaban uno que cubriera también los Pirineos Franceses. No era cuestión que, cuando uno de los dos se rompiera una pierna en el lado francés, el otro le tuviera que arrastrar hasta la parte española para llamar al helicóptero.

Gilbert consiguió, de forma muy satisfactoria, cerrar todos los temas sin más complicaciones. Lo que se tenía claro es que durante bastante tiempo la organización de la ruta de las Golondrinas se acordaría de Gilbert, el chico aquel tan pesado de Castellón.

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